jueves, 2 de noviembre de 2017

Sálvese quien pueda

Leyendo a Carlos D'Amico en su libro "Buenos Aires, sus hombres, su política (1860-1890) podemos intuir que otro hubiera sido y sería el derrotero de la Argentina, si en sus aulas se hubiera enseñado y se enseñara su historia verdadera y no aquélla, escrita con mano aviesa y tendenciosa por un general que durante su Presidencia dilapidó sus riquezas:


"(...) México cayó en poder del águila francesa, de la que pudo salvarse sólo por las inconstancias de Napoleón el chico, por el genio de Benito Juárez y por la incontrastable virilidad de sus hijos.
Los argentinos también pueden salvarse, porque no hay acontecimientos a producirse fatalmente cuando dependen de que el hombre, aislado o colectivamente como pueblo, ejercite las dos grandes facultades de su espíritu: la inteligencia y la voluntad, que son las que constituyen la libertad.
Decídanse los argentinos todos, pueblos y gobiernos, a seguir los ejemplos que les ha dado la gran República del Norte de América, cuyas instituciones han copiado para descrédito del sistema republicano de gobierno, porque las han dejado como letra muerta, inservible  en sus códigos y en sus leyes.
Unos ingleses han comprado vastos territorios en algunos estados de la Unión Americana, y ya se ha presentado al Congreso un proyecto de ley para que los extranjeros no puedan adquirir bienes raíces, y para que los que ya los hayan adquirido, o los abandonen, o se hagan ciudadanos, lo que prueba que los Norte Americanos se preocupan seriamente de impedir que los extranjeros se enriquezcan con los bienes de su tierra. Sigan los argentinos el ejemplo. En vez de mandar a los mercados europeos a vender 24.000 leguas, impidan por todos los medios que su territorio y demás bienes raíces caigan por ningún título oneroso ni gratuito en poder de los extranjeros, porque todo bien raíz situado en la República que produce renta,, en poder de un europeo que vive en su país, es una riqueza que se le quita al argentino y se le entrega a aquél; eso es enriquecer al extraño empobreciendo al natural. Lo mismo decimos de los títulos de las grandes empresas, de todo lo que produce ganancias.
El procedimiento con los pueblos americanos de los usureros ingleses, franceses, alemanes importa una repugnante expoliación: cuando la Argentina ha pagado sus deudas entregándoles el propio oro que les ha tomado prestado, sus títulos, sus papeles de comercio, establecimientos lucrativos, etc., el país vuelve a derramar las inmensas riquezas que encierra..." 

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