lunes, 29 de enero de 2018

El origen de nuestros males...

No nos cuentan los libros de historia que en el año 1823 Rivadavia pronunció un discurso de celebración del nacimiento de Jorge IV de Inglaterra, y que en concordancia con los seguidores del poder constituído brindó por el hábil gobierno inglés, por la nación más ilustrada, Inglaterra; y por que los intereses comerciales y agrícolas de Gran Bretaña se extendieran y consolidaran en América del Sur.
E Inglaterra actuó conforme a sus intereses, primero logró que los antiguos virreinatos fueran seccionados, más tarde que la República Argentina perdiera tres hermanas: Uruguay, Paraguay y Bolivia. Pero aún necesitaba más, necesitaba que todo el poder se centralizara en Buenos Aires, porque esa era la zona de influencia de los traficantes ingleses. Y por eso Gran Bretaña apoyó con energía al puerto de Buenos Aires, Raúl Scalabrini Ortiz nos lo explica a la perfección en su libro "Política Británica en el Río de la Plata"

"Cuanto esfuerzo se irguió a favor del interior fue ahogado sin misericordia y estigmatizado con el sello de barbarie. Buenos Aires asumió la representación excluyente de la cultura, no porque fuera más culta en realidad, sino porque la cultura significó, ante todo, comulgar enteramente con la moral y las miras de los comerciantes ingleses portuarios. (...)
La centralización de la cultura, consecuencia directa de la centralización del mando,le costó a la República la extinción de antiguos y genuinos centros de ilustración, el apagamiento de una verdadera inquietud intelectual, la adopción ingenua o torpe de todas las doctrinas convenientes a los explotadores extranjeros, la extenuación mental y política del cuerpo nacional, el alejamiento de la inteligencia local del examen sin prejuicio de los problemas locales, y la fundación de una oligarquía político-financiera al servicio directo o indirecto de las conveniencias inglesas.  Con la protección inglesa se constituyó en el puerto de Buenos Aires una aristocracia de administradores, que manejó al país sin contralor y sin más normas que la decisión de los embajadores y de los comerciantes ingleses. El pequeño comerciante portuario se hizo agiotista y especulador. La plutocracia se hizo oligarquía."

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