La palabra de Manuel Ugarte en “La patria grande”,
proponiendo la renovación de un obsoleto Partido Socialista, al que perteneció:
"Si consideramos las cosas serenamente, vemos que el problema
social sólo es una parte del problema nacional. El mejoramiento de la situación
del obrero tendrá que ser siempre una de las primeras preocupaciones de un
hombre de Estado; pero no es admisible que veamos a través de esa cuestión
fragmentaria todos los engranajes y resortes de un gran país. Hay amplias
rotaciones, que se realizan en órbitas más importantes. Y los conflictos entre
el capital y el trabajo no son más que uno de los capítulos de la vasta y
multiforme masa de ideas que tiene que abarcar todo grupo que aspire a pesar
eficazmente sobre la marcha de un pueblo. (…)
En medio de la revisión de principios que se inicia, la
tarea de solidificar la nacionalidad y desarrollarla, se sobrepondrá siempre a
las teorías, por brillantes que parezcan. Entre nosotros, sobre todo, lejos de
reeditar programas ideológicos, necesitamos abrir campo al verdadero
nacionalismo democrático, propiciando iniciativas, reformas y soluciones
inmediatas para determinar el desarrollo de las industrias, la conglomeración
de los componentes étnicos, la irradiación de los productos de país, la
difusión de la instrucción pública, la explotación de las riquezas naturales,
la sustitución del capital propio al capital extranjero, la exaltación de los
sentimientos patrióticos, el perfeccionamiento de la Justicia, la rectificación
de las tarifas aduaneras, la preparación de la defensa nacional y la educación
superior de la juventud, que no debe alimentarse de apetitos, sino de virtudes,
y que sólo puede desarrollarse ampliamente en la victoria suprema de la nación.
Como nunca existe un proletariado feliz en un país en
derrota, por el bien mismo del obrero debemos rechazar toda reclamación o
doctrina que debilite la fuerza nacional. Muchos pretendidos privilegios son la
base misma de la preservación común. Tratemos de que las ideas evolucionen, de
que las leyes se depuren, de que la vida del asalariado mejore, de que el
pueblo tenga acceso a las más altas situaciones, y así seremos razonablemente
socialistas; pero cuidemos de que en este progreso y en esta renovación
necesaria no se subviertan las bases ni se destruyan los principios
fundamentales de la salud general. (…)
En el siglo en que estamos, más que el problema de la
situación del individuo dentro de las luchas de la nación, tendrá que
preocuparnos el problema de la victoria de la nación, en medio de las
asechanzas del mundo."
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