lunes, 22 de enero de 2018

Despidos

Hoy casi no hay día en que no escuchemos que hubo despidos. Nos habituamos a la palabrita: despidos. Pero, pensamos cómo impacta esa simple palabra en una persona? Trato de imaginarme, en primer lugar sorpresa y disgusto, luego una reacción de protesta, más tarde un intento de reacomodamiento para sí y para su familia. Y si no hay reservas, cómo, con qué, dónde, qué hacer?
En realidad la palabra conlleva lisa y llanamente una tragedia.
Difícil que quienes los deciden lo entiendan, porque nunca vivieron de su trabajo, sino del ajeno; es decir, nunca fueron pobres.
Dice Ezequiel Martínez Estrada en "La cabeza de Goliat":

"Nuestro pobre ha fracasado, ha hecho un intento frustrado. Tiene vergüenza y nosotros lo despreciamos. Cuando el pobre ha perdido la posibilidad de ganarse el pan, cuando rueda al siguiente círculo infernal de la desocupación, se convierte en un ser repulsivo; mientras que con su trabajo obtiene al menos una parte del costo de su subsistencia y la de los suyos, forma todavía parte de la sociedad, y en aquellos conventillos que llamamos tugurios, vive. El otro, el que no tiene ninguna defensa, rueda a los bordes de la ciudad. Fuera de la ciudad levanta su ciudad,  fuera de la sociedad forma su sociedad. 
El pobre no es sólo el hombre sin dinero ni bienes, sino el hombre sin derechos, con su calidad de hombre disminuida. La ley le concede un plano de igualdad jurídica, como le concede la igualdad en los derechos a la salud. La sociedad lo convierte en paria, y el derecho existe y, codificado, instituido, no tiene poder contra las leyes de la naturaleza. (...) Tiene un derecho, pero es falso, como puede tener en el bolsillo billetes de banco, falsificados."

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