Todos hemos temido oportunidad de conocer más de un edificio público. Ya desde el exterior nos impactan con su estilo y su tamaño; y una vez dentro: los pisos, los bronces, los mármoles, los enormes espacios, la altura de las habitaciones y de las puertas, nos deslumbran como si fueran palacios. Nunca me pregunté por qué?
Interesante lo que escribe Ezequiel Martinez Estrada en "La cabeza de Goliat" al respecto. Lo comparto:
"...el dueño de los palacios es el Gobierno, como el vigilante es el dueño de las calles.
Nadie tiene tanto derecho al lujo como él. Puesto que es lujoso en todo, para conservar la fe del incrédulo, necesita de la opulencia, como algunas imágenes de las joyas. A medida que el pueblo va perdiendo la fe en el Estado, porque él se empeña en que así sea, o porque en su limitado sentido de los grandes asuntos públicos le atribuye una pequeñez municipal en sus designios, construye grandes edificios o compra grandes palacios. Cuanto menos fe, más joyas. Se diría que los funcionarios tratan de acreditarse alhajando la ciudad, que viene a ser como realizar milagros. Aunque milagros de prestidigitación, pues a los que tenemos otras miras, muy poco nos importa que se adorne bien la sala de recibo del turista, si las otras piezas interiores donde se vive no tienen el confort ni la higiene indispensables.
Un imperial despacho hace renacer la fe en el escéptico de la política, como un inmenso órgano en una catedral conmueve la religiosidad del más ateo. Entrad, por cualquier diligencia ínfima, en uno de esos despachos imperiales; saldréis con una opinión más optimista sobre cualquiera de los asuntos que se relacionan con nuestra realidad. Si no se puede ser Diógenes, lo mejor es ser Alejandro.
La ciencia de gobernar se parece mucho al arte del tapicero. (...) Nuestros políticos no conocen el país, pero conocen a sus adeptos. Ignoran las necesidades del país, pero conocen el Manual del Prestidigitador."
(Diógenes era un filósofo griego, que vivió entre los años 413 y 327 adC, que aconsejaba "vivir conforme a la naturaleza" y despreciaba la riqueza tanto como las convenciones sociales. Y fue coetáneo de Alejandro Magno, que habiendo vivido sólo 33 años conquistó inmensos territorios. Dice la historia que Diógenes dijo a Alejandro que lo único que deseaba de él era que se apartase, pues le tapaba el sol.)
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