Esto que voy a contar tiene mucho que ver con esa palabrita tan de moda: grieta; grieta tan antigua como la formación del país, que siendo uno pretendió imitar a otro u otros, grieta entre sus mismos habitantes, los dominados y sus dominantes. Quizás si pudiéramos hablar de culturizados, todos, entendiendo esto como mixturizados, enriquecidas unas con otras culturas, hoy no existiría la perdurable e inservible grieta.
Escribe Arturo Jauretche en el año 1966, en su libro "El medio pelo en la sociedad argentina":
"En las comunidades pequeñas, en las ciudades de provincia o en los pueblos de campo, es donde ese corte horizontal se advierte con más nitidez. En ellos se ve claramente cómo el médico, el abogado, el escribano, el comerciante acomodado, el "placero", forman una reducida corte a la que rodea la desconfianza del "popolo minuto". Ninguna cordialidad existe entre esos dos grupos, salvo la que accidentalmente puede surgir de vinculaciones personales. Políticamente se llaman "peronistas" y "contras". Pero éstas son las designaciones políticas, y por ende superficiales, del hecho más serio y profundo que intentamos destacar: la separación de clases que ha puesto frente a frente a dos Argentinas, y que amenaza malograr nuestro destino nacional. Sí: que ha puesto frente a frente a dos Argentinas. Porque no olvidemos el hecho que la Revolución de setiembre de 1955 no fue solamente un movimiento en que un partido derrotó a su rival, o en que una fracción de las fuerzas armadas venció a la contraria, sino que fue una revolución en que una clase social impuso su criterio sobre otra."
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